ORPHEU

"Yo no soy yo ni soy el otro, soy algo intermedio”

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Lugar: MADRID,LEÓN,ALGARVE

miércoles, octubre 27, 2004

GENARO BENDITO QUE EN EL CIELO ESTAS ESCRITO (II):LA RESURRECCIÓN

La resurrección del pellejero


Hasta los finales del franquismo Genaro permaneció muerto de recuerdos y funerales. Nunca fue más sepulcral un silencio. Sepultado bajo veinticinco años de censura, Genarín parecía totalmente fosilizado. Sin embargo, en el entorno y peña de Pérez Herrero decidimos desempolvar el santo. Lo primero fue su resurrección informativa. Así, acordamos Manuel Antonio Nicolás y el que suscribe conjurar aquel silencio y abordar la restitución del mito –después vendría la del rito- en dos amplios reportajes que publicamos simultánea y respectivamente en el Diario de León y en Pueblo recogiendo toda la documentación, historia, coplas y fotos que nos proporcionó Pérez Herrero, Genarín comenzaba a resucitar justo cuando Franco encaraba su agonía y su final. Era 1975. Dos años después ensayaríamos decidida e ilegalmente la resurrección formal del Entierro de Genarín bajo la inspiración y abandengo del propio Pérez Herrero que seguiría presidiendo la restaurada cofradía orujera y pagana. Por entonces, Julio Llamazares recogió en un libro que editorialmente acabó a cristazos todo lo que le facilitó el último evangelista, de manera que el mito y el rito genariano ya tenía su texto sagrado, su guión, la didajé apostólica.

Al primer Entierro restaurado iríamos no más de cien personas. Fue entrañable, evocadora reconquista, y teníamos la impresión de estar restituyendo una libertad mutilada, una alternativa descreída y jocosa a la severidad que adornó la noche leonesa del Jueves Santo y sus rondas corneteras, a la par que nos alzábamos en irreverencia pública contra la oficialidad decretada y el costumbrismo algo hipócrita que comporta la piedad pública. En la edición siguiente el cortejó se preñó de otros trescientos más que acompañaban al recitador y su comitiva, al cofrade escalador –Yuma y el Cafre se apuntaron el papel en exclusiva- y al contracanto que tanto empezaba a ofender a una canónica tropa de cofradías, autoridades y gentes de compostura. Un año después fue multitud. Cinco mil personas se calcularon. Y ya no dejó de crecer, aunque sí a perder orígenes. Se inventaron pasos, iconos, capisayos y ordenación de desfile, se embutieron nuevos textos y, como toda religión, evolucionó un tanto al margen del espíritu y los modos de sus fundadores, La restaurada cofradía seguía siendo ilegal y la convocatoria del Entierro -que nadie oficialmente establece en ninguna ocasión, ya que es “espontánea” la congregación de cofrades y devotos- fue tolerada por la autoridad, como en realidad sigue ocurriendo hoy.

Como fenómeno de irreverencias impensables, el Entierro de Genarín captó la atención del periodismo internacional, televisiones y medios que contagiaron universalmente interés y simpatía por una ceremonia que ya no hay quien la pare, pese al disgusto de la Junta Mayor de la Semana Santa que, tarde o temprano, habrá de incluir este esperpento entre los recursos turísticos y procesionales de estas jornadas de Semana Santa, siquiera sea por corresponder al creciente interés foráneo que despierta Genarín, su circunstancia y su turbamulta. El diablo zumbón y el pecado del bebercio tienen licencia. Genarín intercede. El Cielo lo disculpa.